En los últimos dias, se ha observado una dinámica poco común pero altamente estratégica: Alberto Caminero, director de la Dirección de Prensa del Presidente (DPP), y Félix Reyna, director general de la Dirección de Estrategia y Comunicación Gubernamental (DIECOM), y Portavoz del Gobierno, están recorriendo diversos medios de comunicación a nivel nacional. Esta iniciativa tiene un objetivo claro: reconstruir la relación del gobierno con los medios, una relación que —reconocen incluso desde adentro— se debilitó notablemente durante los primeros cinco años del mandato del presidente Luis Abinader.
Este gesto, más que un acto protocolar, responde a una urgente necesidad comunicacional y política. En la era de la hiperconectividad, ningún gobierno puede permitirse el lujo de subestimar el poder de los medios de comunicación tradicionales ni, mucho menos, de las nuevas plataformas digitales que —en muchas ocasiones— generan la agenda mediática nacional.
El nuevo ecosistema mediático: todos los micrófonos importan
Caminero y Reyna lo entienden claramente: cualquier periodista, en cualquier rincón del país, tiene hoy el poder de transformar un comentario en una crisis nacional. Un reportero municipal, un locutor de radio local, un comentarista digital con una audiencia modesta o incluso un "influencer" con alcance regional puede, con una declaración acertada o una denuncia bien fundamentada, desatar una tormenta mediática con repercusiones políticas.
En este nuevo escenario, la comunicación política ya no es vertical, centralizada y controlada, como fue durante gran parte del siglo XX. Hoy, los mensajes se construyen, se modifican y se reinterpretan desde múltiples puntos de origen, y el ciudadano-jugador-comunicador forma parte activa del debate público.
Lecciones que no se deben olvidar
Durante los últimos cinco años, varios funcionarios del actual gobierno cometieron un error recurrente: minimizar o despreciar a comunicadores que no pertenecían al “círculo tradicional” o que no tenían una plataforma masiva. En lugar de reconocer el nuevo valor de la descentralización informativa, muchos optaron por ignorar, descalificar o incluso confrontar con estos actores emergentes.
Esto no es nuevo. Lo mismo ocurrió en gobiernos anteriores. Pero el tiempo ha demostrado que esa estrategia es contraproducente. Subestimar a un periodista puede ser el primer paso hacia una crisis de credibilidad institucional. En la nueva comunicación política, la arrogancia comunicacional se paga con inestabilidad.
A esto se suma otro fenómeno preocupante: la influencia de asesores internacionales que, viniendo de contextos como México, España, Puerto Rico o Estados Unidos, muchas veces ofrecen recetas comunicacionales que no se adaptan a la realidad dominicana. Estas fórmulas importadas han llevado a más de un funcionario a caer en errores estratégicos, cerrándose al diálogo con la prensa local o apostando a una sobreprotección del mensaje que termina siendo contraproducente.
La rendición de cuentas necesita micrófonos abiertos
Una democracia saludable no se sostiene solo con instituciones; necesita ciudadanos informados, y para eso, el rol de los medios de comunicación es esencial. Retomar la relación con la prensa no es solo una estrategia de imagen: es una obligación política, ética y constitucional.
La difusión de políticas públicas y la rendición de cuentas no pueden limitarse a campañas pagadas o ruedas de prensa controladas. Requiere diálogo, apertura, escucha activa y, sobre todo, respeto por cada voz del ecosistema mediático, sea grande o pequeña.
El camino correcto… pero no suficiente
La labor que están realizando Caminero y Reyna merece reconocimiento. Visitar medios, reunirse con periodistas, escuchar críticas, explicar políticas y tender puentes es un gesto necesario. Pero no puede quedarse en lo simbólico. Requiere continuidad, coherencia y —sobre todo— un compromiso institucional que trascienda a los voceros y llegue a cada ministerio, dirección y oficina pública.
El mensaje debe ser claro: todo funcionario es, en algún nivel, un comunicador público, y debe actuar como tal. La comunicación no es un departamento, es una cultura. Y esa cultura debe basarse en el respeto, la transparencia y la disposición al diálogo.
La experiencia reciente demuestra que la comunicación política ha cambiado para siempre. Ya no se trata solo de controlar el mensaje, sino de construir confianza en medio de una conversación constante. Caminero y Reyna parecen haberlo entendido bien. Ojalá los demás también lo entiendan… antes de que una simple declaración, un comentario viral o un video casero vuelva a poner en jaque la estabilidad de un gobierno.
Porque hoy, más que nunca, la legitimidad se comunica.
Logan Jimenez Ramos
Periodista, Magister en Comunicación Política Avanzada, Magister en Diplomacia y Internacional, licenciado Relaciones Públicas, y Docente.