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Entre el reconocimiento y la exclusión: una deuda pendiente con la prensa

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El reconocimiento público que hizo el presidente Luis Abinader a los periodistas que cubren la fuente del Palacio Nacional constituye, sin dudas, un gesto valorable en un contexto regional donde la relación entre el poder político y la prensa suele estar marcada por la confrontación o el distanciamiento. Admitir que el trabajo periodístico “no es fácil” y que la intensidad de la agenda gubernamental exige sacrificios diarios es un acto de honestidad que merece ser destacado.

La cobertura del Palacio Nacional no se limita a registrar actos oficiales. Implica jornadas extensas, traslados constantes, presión informativa, contrastación de datos y, sobre todo, el compromiso permanente de informar con rigor a la ciudadanía sobre las decisiones que emanan del centro del poder político. Reconocer esa labor es reconocer, en esencia, el valor de la libertad de prensa y su rol en la democracia.

Sin embargo, el reconocimiento simbólico pierde fuerza cuando no se traduce en prácticas coherentes. Resulta contradictorio exaltar la importancia del periodismo mientras, de manera reiterada, el protocolo oficial excluye a periodistas y medios de comunicación que cumplen de forma responsable con su deber informativo. La omisión de equipos como La Voz Sin Censura, entre otros, no puede seguir considerándose un simple descuido logístico cuando se convierte en una constante.

La apertura hacia la prensa no se mide únicamente por discursos, almuerzos o gestos de confraternidad, sino por el acceso equitativo, plural y sin discriminación a los espacios institucionales. Una política de comunicación verdaderamente democrática debe garantizar que todos los medios, grandes o pequeños, tradicionales o digitales, tengan las mismas oportunidades de participación y cobertura.

La exclusión selectiva, aun cuando no sea intencional, genera una percepción de desigualdad que debilita el mensaje presidencial y erosiona la confianza en los mecanismos de relación entre el Estado y la prensa. Más aún cuando se trata de un gobierno que ha hecho de la transparencia y la institucionalidad uno de sus principales discursos.

El periodismo no busca privilegios, sino respeto y condiciones justas para ejercer su labor. La crítica responsable, la diversidad de miradas y la pluralidad informativa no son amenazas para la democracia; por el contrario, la fortalecen.

Reconocer el trabajo de la prensa es un paso importante. Garantizar inclusión y coherencia en los hechos es el siguiente, y quizás el más urgente. Solo así el reconocimiento dejará de ser un acto protocolar para convertirse en una política pública sostenida de respeto a la libertad de expresión.

La Voz Sin Censura seguirá cumpliendo su compromiso de informar, aun cuando no siempre sea invitada a la mesa. Porque el periodismo no se mide por acreditaciones, sino por la responsabilidad con la verdad.

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