Alfredo Cruz Polanco
Al arribar este 25 de septiembre al 60 aniversario del funesto, criminal y nefasto golpe de Estado contra el gobierno constitucional del Presidente Juan Bosch Gaviño, acaecido el 25 de septiembre de 1963, electo democráticamente el 20 de diciembre de 1962 con el 60% de los votos, con apenas siete meses en el poder, propicia es la ocasión para que en todo el país, instituciones como la Academia Dominicana de la Historia, los partidos políticos, la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, la Conferencia del Episcopado Dominicano, el CONEP, entre otras, celebren conferencias, talleres, encuentros, conversatorios y reflexiones sobre este abominable, vil y nefasto acontecimiento de nuestra historia reciente, el cual echó por las bordas los grandes aportes del primer gobierno democrático del país, luego de decapitada la férrea dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, quien gobernó por casi 31 años a base de terror, sangre y fuego.
Hago esta humilde sugerencia porque los pueblos que no conocen ni recuerdan su pasado están condenados a repetirlo. Antes de asumir y durante su legítimo gobierno sietemesino, los sectores empresariales, la cúpula de la iglesia católica y algunos sindicatos, en contubernio con los altos jefes militares de la época, atacaron y acorralaron implacable e injustamente al Presidente Bosch, protestando y organizando huelgas, marchando y firmando el desgraciado y desventurado golpe de Estado, de cuyo pecado mortal nunca se han retractado, autocriticado ni arrepentido, por lo que este es un momento oportuno para que hagan un mea máxima culpa, por los graves daños que les ocasionaron al país, al sistema democrático y a las presentes y futuras generaciones, pues a 60 años de ese crimen lesa patria, todavía no nos hemos podido recuperar.
Todos ellos acusaron al Presidente Bosch de comunista, por el simple hecho de ejercer un gobierno progresista y de justicia social, honesto, transparente, respetuoso de los derechos humanos, de las libertades públicas y constitucionales; por impedir que los bienes y las riquezas recuperadas de la familia Trujillo fueran festinadas y distribuidas entre los jefes militares y la cúpula empresarial de entonces, logrando abortar al gobierno más puro, justo, democrático y progresista de toda la historia del país.
Durante su breve gestión no se maltrató, apresó, persiguió, deportó ni se mató a nadie; no permitió que un solo centavo del presupuesto fuera a parar a los bolsillos de alguien, pues enfrentó con gallardía los actos de corrupción que se produjeron; implementó la austeridad, evitando el derroche; pagó casi la totalidad de la deuda externa; aumentó el presupuesto para la educación y la salud; gestionó la construcción de la Refinería Dominicana de Petróleo, las Presas de Tavera y Valdesia; la Zona Franca y una Planta Eléctrica para Puerto Plata; se inició el Acueducto de Santo Domingo y la reforestación del país; se distribuyeron miles de tareas de tierra a los campesinos, Se fundó el Consejo Nacional de la Empresa Privada(CONEP) ; se autorizó el primer banco privado (Banco Popular) y se aprobó la ley que regula el cooperativismo.
Como ironía del destino, estos son los mismos reclamos que la iglesia sinodal de hoy, siguiendo las directrices del Papa Francisco, está demandando en todo el mundo católico. Si hoy el país padece una gran crisis económica, tiene una deuda externa impagable, una gran inequidad y deuda social acumulada; una gran corrupción, inversión de valores, inseguridad social y ciudadana, destrucción del medio ambiente, deficiencia en la aplicación de justicia, entre otras; si en abril, 1965, tuvimos una revolución constitucionalista entre dominicanos, exigiendo la reposición del Presidente Bosch, que fue abortada por la invasión de más de cuarenta y dos mil marines; si nuestro país ha retrocedido casi cien años en lo económico, político, social e institucional, se debe precisamente a este abominable acontecimiento provocado por esos sectores fácticos, que llenó de sangre, luto y dolor a nuestro país, por lo que debe ser dado a conocer a las presentes y futuras generaciones para que no se borre la memoria histórica.
Concluyo con esta frase lapidaria del ex Presidente Juan Bosch Gaviño: “Los hombres pueden caer pero los principios no. Nosotros podemos caer pero el pueblo no debe permitir que caiga la dignidad democrática”.