Nuestro editorial
Las redes sociales se han convertido en el nuevo espacio de debate público, donde la ciudadanía expresa sin censura sus inquietudes, reclamos y denuncias. Son el termómetro más real de lo que vive el pueblo dominicano, un escenario donde la verdad circula con más rapidez que cualquier boletín oficial. Y es justamente ahí donde el gobierno del PRM muestra su mayor temor.
El poder político, acostumbrado a controlar la narrativa a través de medios tradicionales, no ha podido domesticar las plataformas digitales, donde la crítica fluye libre y los abusos quedan expuestos en segundos. En vez de asumir este escenario como una oportunidad para escuchar al pueblo, han optado por una estrategia de represión velada: hostigar a comunicadores independientes, bloquear campañas en línea, desacreditar a quienes opinan diferente y hasta limitar el acceso a informaciones públicas.
Ese miedo a las redes sociales revela una verdad incómoda: la voz ciudadana no se puede callar. El pueblo encontró un espacio que no pertenece a partidos ni a intereses económicos, sino a la gente común. Ahí se discuten los problemas de los barrios, se denuncian los actos de corrupción, se visibilizan los abusos de poder y se exige rendición de cuentas.
El PRM debería recordar que la libertad de expresión está protegida por la Constitución dominicana y por tratados internacionales de derechos humanos. Intentar controlar o amedrentar a quienes se expresan en redes es un retroceso democrático y un acto propio de regímenes autoritarios.
En lugar de temerle a las redes sociales, el gobierno debería aprender a escucharlas. Porque en ese murmullo colectivo que surge desde las pantallas está la verdadera radiografía de la nación. Y aunque se intente silenciarlo, el pueblo siempre encontrará la manera de hacerse escuchar.
