En la República Dominicana, la democracia solo funciona si tanto ciudadanos como políticos cumplen con su responsabilidad. No es suficiente con acudir a votar; cada votante debe ejercer su derecho de manera consciente y libre, sin dejarse influenciar por dinero o favores. De igual forma, los políticos tienen la obligación de respetar las reglas del juego, evitando cualquier práctica que corrompa las elecciones o utilice recursos ilícitos para ganar apoyo. La democracia exige ética y responsabilidad compartida.
El votante que cede su voto por dinero, favores o promesas está traicionando no solo su propia voz, sino también el futuro del país. Del mismo modo, el político que financia su campaña con recursos del Estado, fondos de corrupción o dinero proveniente del narcotráfico, socava la institucionalidad y arruina la confianza ciudadana. La combinación de estos actos convierte la democracia en una simulación y deja al país vulnerable frente a intereses ilícitos y criminales.
Es alarmante cómo, en algunas campañas, se observa la infiltración de fondos provenientes de actividades ilegales, incluido el narcotráfico. Esto no solo representa un delito grave, sino que corrompe la esencia misma de la política: servir al pueblo y proteger los intereses colectivos, no favorecer agendas personales ni criminales.
La solución exige educación cívica, fiscalización estricta y una conciencia social más activa. Los ciudadanos deben entender que su voto es su poder y su responsabilidad, mientras que los políticos deben respetar las reglas del juego democrático, renunciando a cualquier fuente de financiamiento ilegal. La vigilancia ciudadana, la transparencia y la rendición de cuentas no son opcionales; son obligaciones de todos los que participamos en la vida política del país.
Si queremos un país más justo y seguro, nuestra nacion debe declarar con firmeza que la compra y venta de votos, el uso de recursos públicos con fines electorales y la financiación de campañas por el crimen organizado no tienen cabida en la política. La democracia es un contrato social que solo funciona cuando todos sus actores cumplen su parte con integridad y ética.
Hoy más que nunca, es momento de exigir que el futuro político del país se construya sobre valores y principios, no sobre corrupción y violencia. La responsabilidad es compartida: votantes y políticos deben actuar con honestidad. Solo así podremos aspirar a elecciones limpias y a un país verdaderamente democrático.
Logan Jimenez Ramos
Periodista, Magister en Comunicación Política Avanzada, Magister en Diplomacia y Derecho Internacional, licenciado Relaciones Públicas, y Docente.




