No puede haber mas nadie
El 10 de junio de 2022 se cumplieron tres años desde que el general Eddy Pérez Peralta asumiera la Dirección Regional Santo Domingo Este de la Policía Nacional. Tres años en los que la institución parece haber llegado a una conclusión que desafía toda lógica de renovación, méritos y rotación: al parecer, no existe en la Policía otro general que pueda comandar esa zona del país. Ni uno. Ni bueno, ni regular, ni siquiera uno malo Solo "Eddy Pérez".
Y si eso es así, entonces el problema no es él, sino todo el cuerpo policial. Porque una institución que solo depende de un hombre para sostener una región tan crítica como Santo Domingo Este no es una institución sólida. Es una estructura frágil, improvisada, dependiente de individualidades, y por tanto, incapaz de ofrecer respuestas colectivas a los desafíos de la seguridad ciudadana.
La Policía Nacional ha sido, por años, objeto de críticas por su falta de institucionalidad, de transparencia y de control interno. Se habla de reformas, se crean comisiones, se anuncian modernizaciones. Pero cuando se observa que un mismo general permanece durante tres años en una misma plaza —sin importar cambios de gobierno, de ministros ni de jefes policiales— entonces queda claro que el discurso de transformación no pasa de ser un eslogan vacío.
¿Dónde están los otros generales? ¿Dónde están los coroneles preparados? ¿Dónde está el relevo? ¿Dónde están los mandos jóvenes que han estudiado en academias internacionales, los que han pasado por cursos de inteligencia, los que conocen la realidad barrial y urbana de Santo Domingo Este? ¿No hay nadie más que pueda asumir ese reto? ¿O simplemente no les interesa? ¿O no los dejan?
Lo peligroso de mantener por tanto tiempo a una misma autoridad en una posición de poder territorial es que se crean vínculos de control, redes de influencia y zonas de confort que muchas veces escapan al escrutinio institucional. Es en ese terreno donde florecen los vicios, se apaga la fiscalización y se debilita el principio de rendición de cuentas. No lo decimos por acusar a nadie en particular, sino por la lógica misma del poder: el que no rota, se enquista.
Santo Domingo Este es una demarcación enorme, caótica, diversa y llena de contradicciones. Allí coexisten zonas industriales con barrios marginados, sectores residenciales con calles sin asfaltar, comunidades organizadas con núcleos de criminalidad. Es un territorio que requiere visión, cercanía, innovación, y sobre todo, liderazgo con credibilidad. ¿Ha mejorado sustancialmente la seguridad en estos tres años? ¿Se ha transformado la percepción ciudadana? ¿Se ha fortalecido la relación entre la policía y la comunidad?
Si la respuesta es no, ¿por qué seguir apostando a lo mismo? Y si la respuesta es sí, ¿acaso no hay otros oficiales que también podrían replicar o incluso mejorar esos resultados?
Una institución democrática debe renovarse, debe dar oportunidades, debe fomentar la carrera. Cuando no lo hace, cuando se cierra sobre sí misma, cuando promueve la permanencia indefinida de un mando sin justificación pública ni evaluación transparente, pierde legitimidad. Y si la Policía Nacional ha llegado al punto en que solo un general puede “servir” para una zona tan estratégica como Santo Domingo Este, entonces es momento de revisar todo desde cero. Porque una institución que no confía ni en su propio personal, no merece la confianza del pueblo.
Y si de verdad solo hay un hombre en capacidad de liderar esa plaza, si todos los demás están comprometidos, descalificados o son invisibles, entonces quizás no hay que cambiar al general, sino cerrar la institución entera y empezar desde cero. Porque para tener una Policía sin rotación, sin mérito, sin institucionalidad y sin visión, mejor no tener nada.
Por Logan Jiménez Ramos
Magister en Comunicación Política / Licenciado en Relaciones Públicas / Periodista / Magíster en Diplomacia y Derecho Internacional / Docente, CEO Multimedios "La Voz Sin Cesnura"