Cada 26 de enero, celebramos el natalicio de Juan Pablo Duarte, padre de nuestra República Dominicana. Sin embargo, más que una fecha histórica, este día debería ser una oportunidad para replantear nuestro rumbo como nación. ¿Estamos honrando su legado con acciones o solo con discursos vacíos?
Duarte nos enseñó que los grandes cambios nacen de principios firmes, esfuerzo y compromiso. Sin embargo, hoy vemos una política que envía un mensaje equivocado a las nuevas generaciones: que los atajos y las ambiciones desmedidas son más importantes que la integridad. Este ejemplo desmotiva a quienes desean liderar con ética y debilita la confianza en nuestras instituciones.
El liderazgo auténtico se forja en el respeto por los procesos y el sacrificio necesario para alcanzar objetivos valiosos. La política debe ser un espacio de transparencia y servicio, donde prime el bien común sobre los intereses individuales.
Honrar a Duarte significa más que celebrar su vida: es vivir sus ideales. Es demostrar que el camino correcto, aunque más difícil, siempre vale la pena. Este compromiso no solo inspirará a una nueva generación de líderes, sino que fortalecerá nuestra democracia y sociedad.
Este 26 de enero, hagamos más que recordar. Transformemos el legado de Duarte en acciones concretas que impulsen un futuro justo y digno para todos los dominicanos.
Por PEDRO BAUTISTA, EDUCADOR, POLITÓLOGO Y ACTIVISTA SOCIAL