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¿Quién le cree a una Policía criminal y creadora de casos?

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Logan Jimenez Ramos
Logan Jimenez Ramoshttps://lavozsincensura.com
Consultor en Comunicación Política, Relaciones Públicas, Periodista, Magister en Diplomacia y Internacional y Docente.

Análisis del caso del periodista Edward Ramírez, víctima de secuestro institucional y linchamiento mediático

La reciente detención ilegal, arbitraria e injustificable del periodista Edward Ramírez, reportero del periódico El Nuevo Diario, pone al desnudo la grave enfermedad institucional que corroe a la Policía Nacional Dominicana: la fabricación de casos, el abuso de poder y el morbo como herramienta de control social.

Según declaraciones del vocero policial, coronel Diego Pesqueira, Ramírez fue arrestado en el destacamento de Naco por encontrarse “sudoroso y agitado”, acompañado de tres amigos, como si sudar en el Centro Olímpico fuese ahora motivo de privación de libertad. Bajo esa lógica, el ciudadano dominicano debería caminar con aire acondicionado personal para no violar el nuevo “código del sudor” implementado por las autoridades.

La gravedad no solo reside en el absurdo de la detención, sino en el hecho de que fue mantenido en custodia por más de 48 horas sin orden judicial ni presentación ante el Ministerio Público, violando así el artículo 40 de la Constitución y el Código Procesal Penal dominicano.

Posteriormente, lo más indignante fue la campaña de descrédito en su contra, aparentemente orquestada entre la Policía y una maquinaria comunicacional del Estado. Aquí es donde entra el supuesto rol de la Dirección de Estrategia y Comunicación Gubernamental (DIECOM), que algunos analistas señalan como epicentro de narrativas diseñadas para distraer, manipular y desviar la atención pública. Todo bajo la supuesta conducción del vocero del Gobierno, Homero Figueroa, quien, según algunas fuentes, maneja un presupuesto estatal de más de 11 mil millones de pesos.

Muchos comunicadores en el interior del país –periodistas de verdad– viven en precariedad, ignorados por las políticas oficiales, mientras solo unos pocos “gaticos comunicacionales” se reparten la riqueza publicitaria. Esto no es el centro del presente análisis, pero sí sirve como contexto para entender la estructura de exclusión y silencio que rodea este tipo de abusos.

Detrás de esta estrategia, aparentemente coordinada, se esconde un patrón: fabricar un “caso” en los medios, sembrar el morbo, pagar bocinas, y atacar a la víctima hasta convertirla en culpable social. La vida privada del periodista fue usada vilmente como arma de descrédito. Su supuesta orientación sexual se convirtió en parte de la narrativa, una táctica que no solo es antiética, sino abiertamente criminal.

Hoy, se condena socialmente a un joven, no por un delito, sino por sudar en público y no ser “hijo del sistema”. Mientras tanto, los verdaderos delincuentes gozan de privilegios, protección y complicidad.

Apresar a personas por sospecha, sin evidencia, es una práctica delincuencial que ha caracterizado a la actual Policía Nacional. El caso Edward Ramírez demuestra que no se trata de proteger el orden público, sino de proteger el poder político.

Y mientras todo esto ocurre, muchos preguntan: ¿dónde está Homero? ¿Qué dice el gran vocero del “Gobierno del Cambio”? Nada. El silencio cómplice pesa más que mil discursos. Algunos lo llaman experto en rumorología. Otros, estratega del descrédito. Nosotros simplemente exigimos que explique por qué se usa el aparato comunicacional del Estado para aplastar a los débiles.

Este no es solo el caso de Edward Ramírez. Es el caso de miles de dominicanos que podrían ser las próximas víctimas de un Estado que vigila, persigue y ataca, mientras sonríe en cadena nacional.

Recomendamos al lector: si va a salir a la calle, hágalo con aire frío portátil, evite sudar. No por salud, sino por seguridad. No sea que lo arresten por parecer “agitado” según los nuevos estándares de criminalización selectiva.

Porque cuando la Policía se convierte en verdugo, y los voceros del gobierno en sembradores de morbo, lo que vivimos no es una democracia, es un montaje institucionalizado.

Y mientras no se intervenga, mientras no se desmonte esta maquinaria de abuso, seguiremos preguntando: ¿Quién le cree a una Policía criminal y creadora de casos?

Por: Logan Jiménez Ramos
Director del Multimedios La Voz Sin Censura
Periodista, Magister en Comunicación Política Avanzada, Magister en Diplomacia y Derecho Internacional, licenciado Relaciones Públicas, y Docente.

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